Hay momentos que nos gustaría
recuperar algo perdido, algo que se han convertido en memoria, en recuerdos, pero
soñamos con volverlo a tener o a vivir algún día ¿verdad?
A veces, hablando en clase de ética
sobre qué es la felicidad no se nos ocurren más que los ejemplos de siempre. Por
eso he prestado atención estos días a una “diminuta” noticia que ha llegado
hasta mí y que me ha emocionado: Un chico recupera su balón, tras un año y
después de un terrible tsunami que arrasó su ciudad e impresionó al mundo. No
lo ha localizado entre los restos de las ruinas sino a más de 3.100 kilómetros
de distancia ¡en Alaska!
Una pareja que vive tan lejos de
Japón lo recogió del mar, de entre los restos que las corrientes marinas han
transportado al otro lado del Océano Pacífico. Tradujo el mensaje y se lo hizo
llegar al chico, que hoy se siente enormemente feliz de recuperar algo, después de todo
ese episodio que sin duda marcará su vida.
Aquél día, afortunadamente, el chico no fue a clase porque estaba enfermo. Perdió en la catástrofe
a gran parte de sus amigos, que fueron los que le habían regalado el balón y se
lo habían dedicado con la palabra ÁNIMO, escrita junto a sus nombres y el de
su profesora.
Desde que lo oí en televisión no
hago más que darle vueltas a ese balón y me provoca varias reflexiones.
La primera es que la esperanza, el ánimo, la ilusión es como ese balón. No hay quien las hunda. Necesitamos creer en eso en estos tiempos de crisis. Tenemos que encontrar “el balón” que tuvimos y que creemos perdidos para siempre. Tenemos que buscar ese ÁNIMO en medio de esta tormenta. No podemos perder los sueños.
La primera es que la esperanza, el ánimo, la ilusión es como ese balón. No hay quien las hunda. Necesitamos creer en eso en estos tiempos de crisis. Tenemos que encontrar “el balón” que tuvimos y que creemos perdidos para siempre. Tenemos que buscar ese ÁNIMO en medio de esta tormenta. No podemos perder los sueños.
La segunda reflexión es la que me
provoca el chico que anduvo buscando varios días sus cosas entre los restos,
pero no logró encontrar nada de lo que tenía. Ahora sale feliz en la televisión
porque ha recuperado algo pequeño, pero grande para él, su BALÓN. El que le
regaló su clase. Si un balón merece tanto la pena para un chico ¿qué es lo que
hemos perdido nosotros que merezca verdaderamente la pena?
Y tercera, y última reflexión. Si
encontráramos algo que perteneciera a otra persona, no algo valioso, algo
pequeño, casi insignificante. ¿Seríamos capaces de buscar la manera de
devolverlo? ¿Somos capaces de ver lo que es importante para otras personas? O, dicho
de otra manera, aunque estoy seguro de que todos pensamos en los que lo pasan
mal ¿somos capaces de hacer algo para mejorar la vida de otros, que no seamos nosotros
mismos?