lunes, 26 de diciembre de 2011

De lo imposible a lo improbable.

















































Hay días en los que me siento como Escher. ¿Sabéis quien es Escher? Un tipo que se convirtió en dibujante de lo que se le pasaba por la cabeza. Un tipo al que la realidad le interesaba muy poco. Tenía su propio mundo, un mundo creado por él, en el que las cosas tenían una lógica diferente a la lógica de las matemáticas y de la física de nuestro mundo de los sentidos. Su mundo era paradójico, imposible y particular.

Siempre he pensado que aquel Escher, al que no le fue demasiado bien en la escuela, se sentía tan lejos de todo lo que le rodeaba que se dedicó a ir al otro lado de la realidad, buscando lo que habitaba al otro lado del espejo. Buscando un pensamiento que convertir en otro espacio diferente. En ese espacio los seres guardan un orden especial y mágico.

A veces yo también me siento tan descorazonado por lo que veo, por todo lo que se nos ha dicho que es imposible de modificar, por aquello que parece imposible de evitar, que me encantaría tener su destreza con el lápiz y con la imaginación para que, como Alicia, lograra trasladarme a un lugar donde las repuestas a los problemas puedan ser probables, evidentes, lógicas y no, como hasta ahora, imposibles.



Me gusta escapar al mundo de Escher, un mundo que, a su manera, también tiene su sentido fuera del tiempo y del espacio. Un mundo donde las escaleras suben y bajan en un juego de dimensiones que cambian sin cesar. Un mundo donde el agua que siempre tiende a bajar, sube sin parar por las rampas. Un mundo donde los insectos se convierten en aves y las aves en insectos y estos en rombos y los rombos en hexágonos de donde nacen nuevos insectos. Un ciclo sin fin del que puede escapar solamente la imaginación que crea, por igual, la ciencia y la magia.

Me pregunto dónde puede llegar la fuerza de la imaginación que transforme el mundo en el que vivimos. Me pregunto también si lo que percibimos como normal no es el producto de la acción y la imaginación de quienes han decidido que las cosas no cambien nunca... jamás.